La desertificación es un proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción. Esto sucede como resultado de la destrucción de su cubierta vegetal, de la erosión del suelo y de la falta de agua; con frecuencia el ser humano favorece e incrementa este proceso como consecuencia de actividades como el cultivo y el pastoreo excesivos o la deforestación. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el 35 % de la superficie de los continentes puede considerarse como áreas desérticas. Dentro de estos territorios sobreviven millones de personas en condiciones de persistente sequía y escasez de alimentos. Entre muchas cosas se considera que la expansión de estos desiertos se debe a acciones humanas.

En 1977 se celebró en Nairobi, Kenia, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertificación.

En 1994 la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 17 de junio como el Día Mundial de lucha contra la desertificación y la sequía.

En 1996 entró en vigor la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación constituyendo el primer y único marco legalmente vinculante a escala internacional que ha sido creado para hacer frente al problema de la desertificación. La Convención se fundamenta en los principios de participación, colaboración y descentralización, y ha sido suscrito por 192 países.

Tema de 2014: «La tierra pertenece al futuro, protejámosla del cambio climático»

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